lunes, 29 de julio de 2013

Concierto

Ayer, íbamos de concierto. No sabía de quien. Sólo sabía que era de rock. Imaginaba el típico grupo de chavales enfrascados en sus urgencias.
Se trataba de un bar de copas en el cual nunca antes había estado.
Esa mañana, en la panadería en la que asiduamente compro el pan, por ser de fabricación propia y entiendo yo que de excelente calidad, caí en la cuenta de una extraña pareja. Ella fea y estropeada, con una barriga oronda, de tipo cervecero tenía unos ojos entreverados azul  verdoso claros que la otorgaba una mirada incisiva, penetrante, aunque algo  locuela; él, feo del tipo feo, feo, alto y delgado. Ambos mantenían un aspecto con un look algo moderno. Primero llego ella tras salir de un todo terreno de un poderío económico digamos que chocante; estando en la cola del pan, llegó él para simplemente acompañarla en la compra de una barra, salir y volverse a meter los dos en el coche que se encontraba aparcado cerca, en doble fila.
Poco antes del concierto, entramos a un bar cercano a cenar algo, tras lo cual me prometí no volver a hacerlo nunca jamás en ese Bar después de habernos clavado ochenta y un euros con algo, por un par de botellas de vino, una tortilla, dos pinchos morunos acartonados, algunas cervezas, una ración de jamón de la cual llegué a tomar un par de lonchas, una infame ración de sepia y otra de una singular manera de hacer unas patatas, tipo bravas sin serlo o algo parecido. El caso es que en ese local tomaba algo también en la barra, además del Johnny superviviente del grupo burning y que ya sabemos tiene un buen garito de copas, justo al lado; tomaba algo digo, la extraña mujer de la panadería, no la presté demasiada atención más que caer en su cuenta dos veces por hoy; no la vi marchar.
Después del atraco, nos dirigimos al bar de copas del concierto; tras la barra del local, allí estaba ella, ¡era la camarera! además su igualmente extraño acompañante de la mañana también andaba por allí, se metía por la barra y pululaba como si fuese un relaciones públicas, hablando con uno y con otro, más tarde me enteré de su homosexualidad, al declararse, acosando locamente, a un amigo, de un hijo de un amigo... Todo esto para qué, pues para nada, pues no indica nada ni significa nada, ni tiene nada que ver en nada. Una chica gorda y fea es camarera de un bar en el que su acompañante, feo y alto, que había visto en la mañana, en la que reparé por su singular presencia, está con ella, debían de ser los propietarios del local, pues efectivamente, nada, ¿o quizás algo que deducir de las casualidades?
En la esquina izquierda del local se encontraba un pequeño escenario semicircular, que contenía una batería montada con un solo timbal, caja, platillos, charles, bombo y cencerro, describo el contenido de la batería por la peculiar simpleza de elementos, además había amplificadores y aparatos de sonido para guitarra y bajo, más tres micros. Al rato, allá que se subieron tres carrozones de cincuenta y tantos, por lo tanto, de momento sorpresa. El público variopinto pero maduro, algunos muy maduros. Estos tipos de público tan definidos a una tendencia me lleva a pensar en cierta marginalidad, que así de entrada me resulta incómoda. Es como esas discotecas donde sólo acuden, a la desesperada, gente de avanzada edad, pero no lo suficiente como para retirarse de ese trajín; no es que este fuera el caso pero como digo aunque pudiera incluirme por méritos propios entre esas filas, me incomoda. Fue entonces cuando al comenzar a tocar disipó cualquier interpretación mental de la situación, y se pasó, haciendo de catalizador para traspasar esos estados, la música que empezó a sonar, y caer de lleno en el “goce pagano” del rock bien ejecutado, aunque algo nostálgico, lo que les privaba de una superior suerte. Se trataba de una recreación de una buena música, bien ejecutada, bien traída, con buen sonido y buenas voces, pero parecía gente que acababa de dejar la oficina del el banco hacía un rato, y venían a entretenerse con su vieja afición. A pesar de todo, al menos conmigo, conectaron con la corriente que me enchufa hacia lo que entiendo como buen rock que desarrollaban a  base de estándares clásicos que me elevaban el alma. Music is Music, pensaba gratamente, esa que circula posándose sobre la gente para afectarla al menos un tanto en su sentir. Si ese grupo participase en algún festival de jazz, al uso, aunque modesto, seguramente tendrían su porción de satisfacción, al saberse integrados en un ambiente donde se recociera su potencial como buenos músicos, además de hacer gozar al personal.
Lo cierto es que como en realidad por mucho que uno diga, como tenemos poco recorrido, en un descanso, aprovechamos para salir caminito de la cama, eso sí, con el deseo de repetir otro día, puede que más y mejor.
Cosas que pasan…
Rafael C.

10 de junio de 2013

lunes, 22 de julio de 2013

El misterioso caso del coche móvil

El misterioso caso del coche móvil
Vivo en un barrio residencial como otro cualquiera a las afueras de Madrid, mantengo con los vecinos una relación cualquiera, con algunos de ellos, quizás, más íntima y amistosa, tanto como para conocer nuestras vidas y movimientos. Es por ese conocimiento por lo que a través del vehículo de un vecino de los que conocía de cerca, aprecié, sin ni siquiera caer en su seguimiento, un extraño comportamiento, y no por no comprender los motivos de sus apariciones y desapariciones, sino por resultar del todo sorprendente que estas nunca las llegue a visualizadas personalmente.
No hacía mucho tiempo recorríamos en ese mismo coche, casi a diario pequeños tramos circulatorios, propios de una relación cordial y fluida que de alguna manera nos obligaba a compartir, probablemente estas eran debidas a un tránsito cotidiano por la calle que delimitaba la zona de viviendas en el que habitamos, pura coincidencia.
Es por eso por lo que desde no hacía mucho estaba sorprendido de que esos encuentros no volvieran a producirse, o que se encuadrasen en el la más remota casualidad. Tanto es así que, llegue a pensar que aquello no era posible dentro del normal cálculo de probabilidades y que los movimientos, ya digo, apariciones y desapariciones del coche de su propiedad estuviese movido por alguna fuerza extraña o desconocida, pues, no podía imaginar que estos fueran debidos a premeditados intentos de esquivar que fuesen presenciados por persona alguna, del tipo, asomar la cabeza y si no hay nadie, salir presuroso a los asuntos.
Si bajaba por la calle camino del banco o cualquier compra cotidiana por ejemplo, y reparaba en la presencia del coche a un lado de la calzada, a la vuelta, lo podría encontrar en la otra acera, más arriba o abajo, dado la vuelta o había desaparecido, para más tarde, si volvía de nuevo a salir, pues acostumbraba a ausentarme de casa dos o tres veces a la mañana, lo podía encontrar de nuevo aparecido o en su defecto, si acaso hubiese permanecido en el mismo lugar que mi anterior salida, haber este variado de su situación previa. Todo un misterio, pues como digo, jamás veíamos a su propietario realizar esos desplazamientos.
Es por ello por lo que me encuentro aquí, doctor, pues todo esto empezó a obsesionarme de una preocupante manera. Cada vez que salía de casa, mi primera mirada ansiosa se dirigía a intentar encontrar ese vehículo de entre las filas de ellos que destacaba por su brillo especial de intenso color verde. Yo empezaba a intuir que si acaso no estuviese presente a la vuelta de mis quehaceres lo encontraría aparcado en alguno de los huecos de la calle, como efectivamente así ocurría. En mi delirante obsesión, algún día permanecí oculto tras un muro cercano durante varias horas, para ver si podía contemplar el extraordinario suceso por mis propios ojos, pero como suele pasar con estas cosas increíbles no se dejan ver tan fácilmente cumpliéndose la fatídica ley de Murphy.
Han pasado muchos meses desde entonces lo que me han dado la suficiente entereza para pedir un diagnóstico mental. Como usted verá me encuentro muy debilitado y cansado, y ya no puedo soportar más esta incertidumbre. Dígame, por favor, doctor, ¿Quién mueve el coche de mi vecino? ¡Digamelooo! ¡Ahgggg!

Rafael Cuevas
16 de julio de 2013

Este es un relato breve contra la incomunicación.

domingo, 21 de julio de 2013

No son simples olores

No son simples olores, son perfumes
que nos transportan a el sentir profundo
sublimando los momentos
excitando el sentimiento
que todos los tenemos
que todos los vivimos
nos asaltan amigables hoy
así como en su día fueron iniciáticos,  
y se quedaron  para siempre, y así,
en una nueva oleada imprevista,
todos seamos uno siendo cada cual.
En el aula infantil afilando lápices,
borrando el tachón, abriendo libros nuevos…
Entrábamos al autobús, cantábamos
el frescor sereno del río contrastaba con nuestro fragor
y la humedad del limpio fango oloroso nos invadía
inflábamos nuestro flotador de goma o de plástico
aspirando, soplando, aspirando soplando hasta el mareo.
La mercería, el mercado, el pino caliente
el mar, el chigre, la hierba recién cortada, la tierra mojada…
No son simples olores,
…son algo más.

Rafael Cuevas

16 de julio de 2013

sábado, 13 de julio de 2013

Abrazando la tristeza



  He salido a la calle abrazado a la tristeza: 
vi lo que no mira nadie y me dio vergüenza y pena.
 
Soledad que te pegas a mi alma 
en la dulce soledad de este campo de otoño. 
No hay momentos de sosiego. 
Rebeldía pura de amores  sin amores. 
Ilusiones puras y puros conformismos 
intentando levantar el espíritu nostálgico 
de querer estar contigo y nunca estarlo. 

Los llantos desconsolados que estrangulan las gargantas; 
los ancianos encorvados: parece que la tierra les llama.
 

Volverás de vez en cuando a estas tierras agrietadas 
y verás de nuevo a quien te ama borracho; 
borracho de amores y libertades 
Y también de vinos por olvidarte. Borracho...
 

Me da pena que se admire el valor en la batalla; 
menos mal que con los rifles no se matan las palabras. 

Y si surgen saludos y palabras 
tal vez notes la dureza de mi estilo
queriendo no herirte en nada, 
y en mi soledad sólo herirme yo mismo. 

La justicia está arrestada por orden de la avaricia; 
el dinero que te salva es el mismo que te asesina.
 

Y verás sin duda el resurgir poderoso del guerrero
sin miedo a leyes ni a nostalgias 
y lo verás caer una y mil veces y levantarse de nuevo, 
con la pura bandera de su raza. 

Soledad de amores triste y pura, 
soledad de amores y locura. 

No me des más esperanzas: sé que todo son mentiras; 
sacos llenos de agujeros para guardar alegrias,

Y verás sin duda el resurgir poderoso del guerrero
sin miedo a leyes ni a nostalgias 
y lo verás caer una y mil veces y levantarse de nuevo, 
con la pura bandera de su raza. 

Me da pena que se admire el valor en la batalla; 
menos mal que con los rifles no se matan las palabras. 


Soledad de amores triste y pura, 
soledad de amores y locura.


sábado, 6 de julio de 2013

Historia de un fracaso

Éramos ilusos pues queríamos participar/ y en los juegos municipales nos fuimos a apuntar/ no teníamos vergüenza y allí me llegue un día a sus oficinas/ con documentos entre falsos y verdaderos/ pega no pusieron/ y en la liga estábamos a comernos el mundo/ el mundo del baloncesto/ Pajarones era el nombre del equipo/en homenaje al barrio donde nacimos/ el paro no nos era desconocido/ y muchas tardes/ el tiempo perdíamos/ jugando en canastas/ donadas por cajas bancarias/
Comienza la liga/ horarios domingueros/ que no podíamos cumplir por falta de sueño/ arrastrando los cuerpos/ jugábamos a duras penas, en la liga de baloncesto/ éramos los justos/ y nunca paria la abuela/ paliza y mas palizas/ era nuestro sino/ un chollo para el rival/ partidos ganados sin esfuerzos y sin despeinar/ los Pajarones solo tenían grande el nombre/ que tampoco esta mal/
Cumplimos como jabatos/ a pesar del desacato/ un partido ganamos/ pues el contrario nos lo regalo/ por ausencia / y justo el juez nos lo dio por ganado/ y así nuestro sueño frustro/ pues no nos gustaba la mediocridad.


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